lunes, 13 de abril de 2009

Yellow

Iba cruzando la esquina cuando sintió esa sensación de pertenencia que siempre le era un buen augurio, las luces, el ruido insoportablemente agradable de los motores, el olor a podrido que emanaba el bar entremezclado con olor a alcohol y tabaco; sintió el respirar de la ciudad como el suyo propio. Caminó hacia la parada de ómnibus movido por la promesa de unos tragos de alcohol y compañía. La vida que había llevado hace unos años había quedado atrás producto del caos. Aunque ella quizás insistiría en llamarle destino. Se subió la capucha y se sentó a esperar.

Ella estaba ya enterrada, muerta en su memoria metros bajo tierra, pero no lo suficiente como para dejar de asomar en su cabeza en las noches que abrazaba la nada. Estaba harto de soñar con ella, desde que era niño que no tenía un sueño que se reiterara tanto, en ese entonces era una pesadilla con un ser pálido de extremidades filosas. Este sueño no era nada desagradable, pero cuando despertaba se veía llenar lentamente de una pegajosa melancolía que iba impregnando todo y lo repugnaba. Su inconsciente se esmeraba en mostrarle una imagen cada vez mas idealizada y obviamente irreal, insistía en mostrarsela de todos los ángulos posibles y pensando en complicadas situaciones que de la nada desembocaban en ella.
El colmo fue cuando le confesó años atrás con mucha vergüenza que había soñado con ella dándole detalles del sueño, la vergüenza dio paso a una brutal tristeza al ver como su sonrisa se le deformaba en un espiral, entendiendo con una amarga sonrisa que le estaba hablando a una ilusión onírica, producto del insomnio de la noche anterior. Se sintió cruelmente agredido por una parte de su cabeza que hubiese deseado aniquilar. Este día no recordaba haber soñado con ella hasta el momento en que, gracias a algo que le dijo un amigo por teléfono, lo recordó todo de pronto: la lluvia, una entrada a una casa, un balcón, un grito, el color amarillo, sus hijas también aparecían brevemente en el sueño aunque no podía recordarlas con claridad. Su amigo había dicho algo de un balcón, lo que desencadenó las asociaciones hacia el sueño. Pensó en cuan a menudo le suceden este tipo de cosas que hacen que de pronto logre recordar un sueño si se pulsa el botón indicado, la palabra justa que tire la primer ficha para empezar las asociaciones. Era imposible pensar en éstos sin pensar en los otros, los que no se recuerdan y quedan sepultados para siempre gracias a que durante esas horas en el que el recuerdo esta fresco e intentando cruzar la frontera de la conciencia, uno no se topó con situaciones que remitan al sueño y lo ayuden a emerger en su cabeza.
Paró el ómnibus, pagó y se sentó contra la ventana.

El paisaje era el típico de un viernes de noche, personas yendo, viniendo y volviendo a salir. Hiperactivas. Gente joven, viejos, linyeras, conductores estresados; todos bañados por el mismo amarillo omnipresente de la noche. “The cars hiss by my window, like the waves down on the beach”. Vió subirse al ómnibus un hombre calvo con su pareja -que se ubicaron en el asiento delante de él- seguidos por dos jovenes. No era dificil notar que estos ultimos estaban ya borrachos, reparó en que uno de ellos llevaba vomitados los zapatos y parte de los tobillos, cosa que el guarda no notó o pareció no importarle. Sintió un poco de asco por esto, no por el vómito en sí, sino porque el estado etílico del tipo le hizo pensar en el sinfín de cosas que veía noche tras noche cuando salía a altas horas. Le resultaba dificil entender el "sí y sólo sí" de la expresión que tenían al alcohol y la diversión como variables. Era lo más común considerar de una diversión extrema el sinsentido de tomar alcohol hasta la intoxicación, para terminar trenzado a piñas con desconocidos o tirado a la intemperie vomitando. Pensó con tristeza como veía todo repitiéndose: niños copiando modelos, comprando identidades hechas; creyendo tener gran poder de decisión con impulsos supuestamente auténticos y originales, cuando en realidad se encuentran consumiendo insaciablemente una infinidad de productos pensados fria y calculadamente por el mundo adulto.
Pensó en la idea popular del logro del bienestar mediante la evasión de la realidad, el logro de un bienestar que no es tal, sino ficticio y momentáneo; un logro -o mas bien fracaso, pensó- mediante el abuso de drogas, cualquiera sea ella, desde un ansiolítico hasta un gramo de cocaína, era optar por facilismo, por el parche. La elección de la evasión antes que el afrontamiento del problema es un acto de cobardía y un intento de evitar de lo inevitable: el enfrentamiento con uno mismo, con uno mismo desnudo, completamente desrotulado.
"Hoy, siendo tan fácil vivir encajado..." pensó.
"...el mas loco es el que vive de la jeta" continuó sin querer en voz alta.
El pelado se rió. La mujer no entendió.

Tuvo que admitir que se veía reflejado en parte en esas actitudes que tanto le repugnaban, hace años ese tipo podría haber sido él mismo y posiblemente cuando él hacía este tipo de cosas había otra persona que reprobaba su inconsciencia con el mismo asco, o quizás con uno mayor. Por un momento vio todo desde la perspectiva de su yo de hace unos años y se desconoció. Vio piezas de un puzzle cambiando de forma y encastrando con unas y después con otras, creciendo, envejeciendo... "Hasta llegar a la cúspide del conservadurismo y cuando querés acordar te ves convertido en un anciano agorafóbico, que odia los jóvenes y que vota, por miedo, a la derecha mas fascista y ultraconservadora...".
"Dios no lo permita" pensó.

51310. Levantó la vista del boleto y miró por el vidrio. Sintió un hachazo blanco helado justo en medio de la nuca, y todos sus pensamientos de dispersaron. "The creature in the sky got sucked in a hole, now there's a hole in the sky... and the ground's not cold. And if the ground's not cold... everything is gonna burn, we'll all take turns... i'll get mine too".
En la ventana lloraba una mujer. El semáforo había cambiado al amarillo, lo que obligó al ómnibus a detenerse, y la pudo observar con detenimiento. Tenía un buzo con el cierre semiabierto y una musculosa, con los hombros al descubierto. Las lágrimas le desfilaban hasta la pera, tenía los ojos grandes enrojecidos y de un brillante marrón claro. La cara no mostraba gesto alguno, demasiado orgulloso como para inmutarse por algo tan común como unas lágrimas. Parecía que estaba a punto de estallar de rabia dentro de sus mejillas, rojas por el frío. Las lágrimas le acariciaban la cara, como consolándola, diciéndole que el tipo no vale la pena, o vaya uno a saber qué.
Cuando arrancó el ómnibus la mujer giró de perfil y se frotó torpemente el brazo desnudo, justo sobre una marca roja de cinco dedos. Quedó mirándola boquiabierto, siguiendo con los ojos el trayecto de la mujer inmóvil, alejándose del ómnibus.
Volvió la cabeza. Sintió el boleto mojado de transpiración a pesar del frío, preso en la palma de su mano, todo borroneado. El temblor del motor del ómnibus al arrancar, empezó un escalofrío que le pegó en la espalda y se le dispersó por todo el cuerpo. Se acomodó en el asiento y buscó el boleto. No lo encontró, aunque no recordaba haberlo tirado.

2 comentarios:

Vero. . dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Vero. . dijo...

bueno ahora si, aproveche para editar mi cuenta.. el comentario te lo deje en el facebook pero igual te lo dejo aca..

buenisimo lo que escribiste como siempre, yo suelo viajar en cada viaje de omnibus, pero seguramente no tanto como el protagonista de tu historia.. nos estamos viendo dentro de poquito, un beso gutiii.. nos estamos hablando.