lunes, 4 de febrero de 2013

Reflexión sobre "Argumento contra la existencia de vida inteligente en el cono sur"

4 amigos, dos parejas, personajes pastiche de estereotipos de la juventud de izquierda más naif y new age, se proponen realizar masacres en Montevideo, Santiago de Chile y Buenos Aires. ¿El motivo de la matanza? Porque sí. Porque la obra está concebida en un universo en el que el conocimiento de arte, política y ética, es perfectamente compatible con la práctica catártica tipo Columbine.
La reflexión que da uno de los personajes al final, intentando comprender lo que estan a punto de hacer (es manifiesto que la acción precede al pensamiento), es que como son hijos de un "mundo estúpido", ellos padecen la misma condición y operan como tales. Es más, en un arranque extrañamente lúcido, se proponen continuar el legado estupidizante razonando del siguiente modo: hay que hacer un retroceso primero (matanza en la Facultad de Humanidades) para lograr luego un progreso (revolución dadaísta, socialista, o la que fuere, sus fines son todos y a la vez ninguno). Deben darle a sus hijos un "argumento contra la existencia de vida inteligente en el cono sur" para moverles el piso.  No importa que haya más política en la canción "5 amigos" de Pibes Chorros, que reproduce el pensamiento del chorro de barrio ("somos 5 amigos chorros de profesión, no robamos a los pobres porque no somos ratones"), que en el accionar de estos personajes encastrados en un inverosímil contexto universitario y supuestamente intelectual; pero sigámosle el juego al dramaturgo.
La desinteligencia es clara: las matanzas que se proponen realizar posiblemente terminen siendo la causa de una legislación más represiva, o hasta de un golpe de estado de derecha (de hecho ocurrió en Paraguay) pero no lo vemos en la obra. Incluso este podría ser el objetivo inconsciente de los 4 amigos autodeclarados de izquierda: erigir un estado-padre represivo en un infantil llamado de atención...

Pero manejándonos dentro del plano consciente, acá uno podría decir: claro, la reacción violenta a una estructura violenta dada (no dadá) puede aniquilar cualquier intento por comprenderla, sobretodo hoy cuando la estupidez se vuelve ubicua, y por lo tanto no está ausente en ciertos lineamientos de la izquierda hoy en día hegemónica del poder político (a diferencia del fáctico) en latinoamérica. Es decir, la reacción violenta apolítica a nivel micro puede disfrazarse de praxis filosófica. Dioniso se nos disfraza de Apolo, la pulsión de muerte del eros; así que guarda con eso.

Está bien, podría ser.

Pero ¿y si no? 

¿Y si la obra operara de un modo tan estúpido y contraproducente como sus personajes?

Una de las cosas que se manifiesta en la obra es la escasa reflexión y la hipocresía de las letras de Calle 13, banda premiada por el establishment de la industria musical de EEUU con 10 Grammy Latinos y 2 Grammy. Es claro el porqué cuando escuchamos a René cantar "adidas no me usa, yo estoy usando adidas", uno bien podría decir: andá a cantárselo al vietnamita que te los hace, seguramente te los haga con doble costura. O la frase que le da el título a la canción "calma pueblo que aquí estoy yo, lo que tu dices lo digo yo": esta prédica le da un papel central a su figura, una especie de médium entre el pueblo (esa cosa bulliciosa y fuera de cauce) y sus fines. El "pueblo" podrá retrasar su indignación, su ignominia, y descansarse en el artista que hará que la voz del pueblo se escuche por encima del ruido. Es decir, el "calma pueblo" puede operar como un discurso tan alienante y ficticio como el de un pastor pentecostal.

Supongo que para el dramaturgo Calle 13 es una banda demagoga e hipócrita, encontrará que los discursos de la banda no se corresponden con su práctica en la industria musical, pensará que juegan para la tribuna, pero el problema es que "Argumento..." no es menos. La diferencia es que juega para el palco. La inverosímil verborragia de los actores, ese cáncer del teatro apodado "diálogo picado" que crea una desincronización entre la escucha externa y las líneas que se suceden sin pausas, y la continua mención a los clichés intelectualoides, busca la risa y el chiste con la tribuna, en una operación que le cabe perfectamente la palabra demagogia; pero una mas cool, claro. Y resulta más alienante, porque se aleja muchísimo de las cuestiones de fondo que causan toda esa variedad de rebotes, dentro de las que se encuentran tanto inquietudes sensatas como demagogias baratas.

3 comentarios:

Germán Mega dijo...

Es tremendamente preocupante definir qué papel debe cumplir el arte, al menos para uno mismo como catequista practicante de tal disciplina. Me preocupa que la práctica artística sea simple entretenimiento, o que se convierta un un disláx, un puente de desligue a modo de rezo para librarse de las inquietudes concretas,o sea, un amansaloco que nos aleje de las preocupaciones por el actuar en pos de solucionar un hecho concreto:la realización de un acto político (político no en un sentido político-partidario)

Malditas complejidades del mundo del arte, ahora tengo ganas de matar, ¿por qué empezar por Humanidades? yo empezaría por la facultad de Derecho, no por una cuestión práctica, sino por una cuestión poética.

- dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rocamadour Gillou dijo...

Hola, Santiago. Al momento de escribir la entrada había leído únicamente la reseña de la diaria, ahora ví el link de la entrevista y veo que hay bastante escrito al respecto. Estoy de acuerdo (y mucho) con varias observaciones que hacés en la entrevista con brecha, lo cual me dejó muy sorpendido. Y me hace preguntar, y desconfiar un poco, del rol que cumple la palabra del artista después que acaba su obra(o quizás sea de un otro, un yo desdoblado, y por eso hablabas del dramaturgo en tercera persona). Una de las interpretaciones (e intenciones) con las que especulaba es la que hace El País, pero por más cínica que sea la verdad que no los culpo. Vale aclarar que la opinión es con respecto a la obra, y no hacia vos como persona ya que no tengo el gusto. Saludos.