viernes, 29 de octubre de 2010


Montevideo. Esquina X.
Cruzo la calle y noto que a mi bolsillo le faltan los cien pesos con los que salí.

En el mismo bolsillo guardé unos cuantos papeles que eran menester en ese momento por lo cual era muy probable que se me hubieran caído... en una plaza, en la vereda, en ese mismo instante en mitad de la calle (tiré una mirada furtiva a mis alrededores, pero no...)
Puta madre.
Revisé en todos los bolsillos, pero no. Bueno, mala suerte.

O quizás el bendito billete se deslizó de mi bolsillo un par de cuadras
antes, y yo ahí como un boludo, dando mis cien pesos por perdidos... Por lo que decidí volver.
A las dos cuadras me di cuenta que no.
Bueno, quizás fue en las dos cuadras anteriores.
Tampoco.
Mismo procedimiento durante 10 cuadras.

Si sigo desempleado posiblemente me dedique a esto, pensé, caminar por el centro buscando billetes en la calle. ¿Cuánta gente pierde plata diariamente? Es un laburo que debe demandar mucha paciencia (excluyente) puesto que podés pasar días sin encontrar nada. Pero donde te encuentres mil pesos... eso equivale a 50 horas repartiendo volantes...
A decir verdad, era una idea de mierda, pero era lo único que me animó en ese momento y me decía que mis esfuerzos por encontrar al Sr. Fabini no eran en vano.
Capaz que me los había arrebatado sigilosamente el señor de barba y ojos rojos que estaba sentado y se hizo el sorpendido, de manera muy verosímil, cuando giré al notar la ausencia del maldito papel...
No, no era posible, me estaba poniendo paranoico.

Nada.
Los perdí.
Bueno, no es para tanto, pensé.
Después de todo ¿que son cien pesos?
Dos litros de vino...

Por lo que me compré dos cajas ni bien llegué a casa. Sentía que de algún modo estaba equilibrando las cosas.

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